Salida Trekking «Pedrafroca» 28/05/23
Ese amanecer del 28 de mayo del 23, sorprendió a la comitiva de coches que iban hacia el norte, con esa mezcla sabrosa de emoción y desafío.
A dos kilómetros de Saldes, se cortaron a la vez todas las conversaciones, pues aparecía de repente frente a nosotros, esa imponente montaña provocadora, altiva y orgullosa; que alguien rompió en dos partes hace milenios, separadas por esa lengua pelada, la tartera.
Muchos ojos se abrieron como nunca, ante tal silencioso despertar. Se escuchó el vacío de los estómagos que todavía procesaban la digestión del nutritivo desayuno proteínico.
El Pedraforca nos acogió amablemente, con clima ideal y un luminoso día, puesto que los farrafer@s lo íbamos a tratar bien, siempre se dá lo que se recibe.
El mirador del Gresolet se quedó solo a las siete de la mañana cuando el grupo inició la ruta, que curiosamente tiene menos de 9 Km. Las mochilas iban cargadas de fortaleza para hacer frente al desafío de la muntanya de les bruixes. Silencio de rodillas temblorosas y profundas respiraciones.
En pocos minutos llegamos al refugio de Lluís Estasen, ese punto de partida que pasamos de largo para adentrarnos en el bosque del corazón del Cadi, y continuar por el cami del Verdet.
Va subiendo de forma sostenida, pero es tan variado y agradecido el paisaje que no se nota a penas el ascenso. Raíces formando peldaños, pequeños rocódromos, impresionantes vistas, baumas, riachuelos y todos los sonidos, colores y olores que un bosque único puede ofrecer.
Tras ascender algunos cientos de metros alcanzamos el Coll de Verdet, que separa Saldes y Gosol. Lugar de fotos, reponer fuerzas, sonrisas, abrazos e imponentes vistas que dan todas las respuestas. Solo si se formulan bien las preguntas, claro.
Se acerca el momento temido y esperado: la grimpada. Nada es como cuentan cuando lo vives en primera persona. Solo vimos sonrisas, consejos y compañerismo durante el trayecto de las tres crestas que se hacen grimpando. Hay que poner los cinco sentidos y seguir, arriba y adelante. Es una metáfora de la vida misma.
Quedaba la cuarta cresta, para coronar el majestuoso Pedraforca. Algunos ojos brillaron, otros mezclaron lágrimas y sudor, ese poderoso elixir que capacita para todo lo que te propongas.
Allí llegó el momento mágico, a 2.506 m de altitud, con la bandera de nuestro Club y las emociones contenidas, pues para muchos era su primera vez. La cálida luz de ese brillante domingo permitió ver todos los detalles que permanecerán para siempre con nosotros. No se puede narrar, solo se puede vivir.
Los paladares acababan de saborear el triunfo y solo quedaba volver.
Nos dispusimos a bajar con la mente ya ocupada disipando los temores de la famosa tartera, hasta que nos enfrentamos a ella, cada uno a su ritmo, puesto que es un reto individual, un bloqueo que debe vencerse para crecer y ser más fuerte en todos los sentidos. Cuando llegas al final piensas que tampoco es para tanto, se trata de estado mental, físico y emocional.
El camino que sigue después del pedregal de la tartera se hace mucho más amable y rápido vuelven las sonrisas. Los colores y aromas que dominan el macizo del Cadi, convierten la necesidad de respirar en un placer.
Sin darnos cuenta llegamos al mirador del Gresolet, solo habían pasado cinco horas, pero se vivieron con tal intensidad que marcarán un antes y un después en nuestras vidas, y es que el Pedraforca no deja a nadie indiferente. Nos acababan de inocular un virus llamado Pedra, que acelera el corazón cada vez que se escucha ese nombre, más latidos que subiendo el Verdet.
Todos ilesos. Todos ilusos. Sintiendo un orgullo colectivo, a la par que individual, que solo un gran Club como el nuestro es capaz de provocar.
Nos quedamos con la frase: el éxito solo se consigue con esfuerzo, y además sabe muy bien.
Volveré …
Tomàs Aguiló i García.